® LXC | LOCOS POR LA CAZA
TRAS LAS «SALVAJES» DE BALEARES
De desconocida belleza para algunos, Las Islas Baleares no solo tienen calas paradisiacas, sino que esconden miles de hectáreas de Encinas, Acebuches, Sabinas, Prados, Pinares, Montañas de roca con barrancos enzarzados, árboles frutales y grandes extensiones de pastos destinados al ganado vacuno.
Todo ello se encuentra en terrenos acotados para la práctica cinegética en su totalidad destinados a la caza menor con abundancia de Perdiz, Conejo, Tórtola, Torcaz y Zorzales. Las Martas y aves rapaces, son sus únicos depredadores naturales. Y la caza a rececho del Boc balear como especie de caza mayor.
Pero existe un problema con determinada especie de Cabra Asilvestrada, también llamada Feral Goat, una cabra híbrida común que durante años tomó los montes de las islas y que a día de hoy sigue siendo un problema muy grave y que según los datos de los que disponemos, afecta de manera directa sobre la flora, con daños irreparables en pinares de los cuales comen de sus cortezas y estos acaban secándose, por no hablar de huertos y determinadas plantas al borde de su extinción, además, tampoco favorecen a la reforestación en zonas de incendios, comiéndose los nuevos brotes.
Y daños también a la infraestructura de la zona, con miles de euros en pérdidas por derrumbamientos de paredes de piedra medianeras e interiores buscando comida y destrozando tejados.
El permiso especial para la caza de Feral Goat lo expide la Consellería de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca del Gobierno Balear y autoriza su caza con Armas de Fuego, Corrales de Captura o Perros con Lazo.
Por todo esto, hemos querido comprobarlo de primera mano acompañando a nuestro amigo Jose, natural de las islas y experimentado cazador a rececho además de gran conocedor de la flora y fauna del terreno y cuya labor cinegética está especialmente destinada al control de la población de Feral Goats. Trabajo sin ánimo de lucro que desempeña con total eficacia.
Preparamos los trastos y damos comienzo a lo que será un día y medio tras ellas, las protagonistas del reportaje. Como requiere un buen rececho, madrugamos y a las 6 de la mañana estábamos desayunando, café y ensaimada para afrontar el reto.
Nada más emprender el camino, nos sorprende la cantidad de vegetación que nos rodea. El verde predomina en esta época y José nos comenta, que debido a la humedad, lo raro es que no esté el campo así todo el año. Una curiosidad es que las cabras no comen la hierba mojada y esperan a que el sol elimine la humedad para bajar del monte a comer.
En numerosas ocasiones, el terreno se complica a nuestro paso y la maraña de zarzas unido a los desniveles de roca, hacen del rececho una auténtica odisea.
Jose bromea y nos dice: «Qué, a cabritas veníais eh?» Jajaja. Efectivamente, a cabritas íbamos y desde luego no imaginábamos que fuera tan duro y que deberíamos convertirnos en cabra para hacernos al terreno.
Tras divisar algunos ejemplares en la lejanía, realizamos varias entradas sin éxito. Estos animales resultan ser muy esquivos de gran visión desde las alturas y las hembras del grupo siempre están alerta para avisar al resto de la presencia humana. Nosotros las buscamos y ellas nos observan en todo momento.
En un cambio de zona nos sorprenden varios ejemplares. José observa una hembra de muy avanzada edad y Marta con mucha rapidez encara el 243 y consigue abatirla de un certero disparo en el corazón. El animal cae abatido en el sitio.
Nos acercamos y comprobamos la morfología del animal, las malformaciones en patas, pezuñas y cuernas es muy notable.
Seguimos ascendiendo monte arriba, llegamos a una meseta de encinas y piedra, un lugar querencioso en el que las cabras suelen darse un respiro.
Efectivamente, allí están! Un grupo de 5 grandes machos sestea en la sombra. Nos quedamos observando apenas sin respirar.
En un segundo se levantan y tranquilamente empiezan a mezclarse con la vegetación. Marta tiene en la cruz a un ejemplar negro que ahora la mira fijamente, está algo tapado y tiene rocas delante.
Decide probar suerte y efectuar un complicado disparo…esta vez no hay fortuna y la bala impacta sobre la piedra. Los animales huyen.
Es aquí dónde decidimos parar a comer y comentar la mañana y la jugada de la tarde.
Sobre las 17h salimos de nuevo en busca de los Caprinos. Ahora la observación es desde las alturas, primero visitando una cueva en la que se refugian y a escasos metros de ese lugar miramos hacia una gran extensión de terreno donde, se supone, bajan las cabras de la montaña.
Vemos un grupo salir del corte de monte hacia los pastos y hay algunos de gran porte, están a unos 800m y enseguida Jose nos dice que vamos a por ellos.
Planeamos la entrada y damos un largo rodeo a paso ligero.
Estamos muy cerca del grupo, ya podemos olerlos, seguimos avanzando en total sigilo y conseguimos acercarnos a
escasos 100m.
A nuestra llegada podemos ver que hay grandes machos , Jose nos indica cual será el ejemplar a abatir, un macho de
gruesa capa en tres colores cuyo peso ronda los 75 kilos.
En esta ocasión no hay errores y con un bonito lance cae desplomado.
El trabajo de este día está hecho.
A la mañana siguiente y tras el tempranero desayuno, ponemos rumbo a otra zona de acceso impracticable. Con ayuda
de cuerdas debemos trepar por las paredes de roca para literalmente «hacer la cabra».
En esta ocasión buscamos un grupo que sólo es visible en unas pocas horas de la mañana y que rara vez dan opción de disparo.
Tras el ascenso y tomar posiciones aparecen aún más arriba de nosotros. Son 3 los que podemos ver y sólo uno de los machos ofrece medio cuerpo para efectuar un único disparo, está de frente y se complica el lance. Con paciencia sigue apuntando, el ángulo de tiro hacia arriba es muy acusado pero está a una distancia óptima de 98m. medidos.
De pronto se levanta, gira y nos enseña el costado, no hay más tiempo, es ahora o nunca, aprieta suavemente el gatillo y el silencio se rompe por la boca del cañón…un disparo en su sitio hace caer al bonito macho. Desgraciadamente lo hace en un lugar inaccesible para los humanos y allí yace abatido.
Aquí dimos por terminado unos días de caza increíbles y en un lugar idílico para la práctica cinegética. El problema con los Feral Goat seguirá, pero debido a este exhaustivo control llevado a cabo por cazadores como Jose, los daños siempre serán menos.
Agradecemos de manera especial a Jose y a Elizabeth su hospitalidad y sin duda volveremos, porque nos faltó cazar con el mayor de sus niños, Borja, que de sobra sabemos que es y será un gran cazador como su padre.
El trabajo de este día está hecho.
A la mañana siguiente y tras el tempranero desayuno, ponemos rumbo a otra zona de acceso impracticable. Con ayuda de cuerdas debemos trepar por las paredes de roca para literalmente «hacer la cabra».
En esta ocasión buscamos un grupo que sólo es visible en unas pocas horas de la mañana y que rara vez dan opción de disparo.
Tras el ascenso y tomar posiciones aparecen aún más arriba de nosotros. Son 3 los que podemos ver y sólo uno de los machos ofrece medio cuerpo para efectuar un único disparo, está de frente y se complica el lance.
Con paciencia sigue apuntando, el ángulo de tiro hacia arriba es muy acusado pero está a una distancia óptima de 98m. medidos.
De pronto se levanta, gira y nos enseña el costado, no hay más tiempo, es ahora o nunca, aprieta suavemente el gatillo y el silencio se rompe por la boca del cañón…un disparo en su sitio hace caer al bonito macho. Desgraciadamente lo hace en un lugar inaccesible para los humanos y allí yace abatido. Aquí dimos por terminado unos días de caza increíbles y en un lugar idílico para la práctica cinegética.
El problema con los Feral Goat seguirá, pero debido a este exhaustivo control llevado a cabo por cazadores como Jose, los daños siempre serán menos.
Agradecemos de manera especial a Jose y a Elizabeth su hospitalidad y sin duda volveremos, porque nos faltó cazar con el mayor de sus niños, Borja, que de sobra sabemos que es y será un gran cazador como su padre.
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