SOLEDAD
LXC | Locos por la Caza. By Ramón menéndez pidal
LXC | Locos por la Caza. By Dorao
SOLEDAD
Soledad, además de un nombre de mujer, es lo que uno siente cuando pierde a alguien y se queda solo.
Hace pocos días me quedé solo en mi alma de cazador. Perdí a mi compañero de caza, a mi perro. Cuando le abrazaba por última vez en aquella fría acera maldita, aún con su cuerpo caliente, sentía que un extraño vacío se apoderaba de mí y que con él algo de mi ser cazador también moría.
Esta vez, era su roja sangre la que empapaba mis manos, mis brazos, mi pecho. Era la suya la que teñía la tierra de vacío. No era la del fiero jabalí al que tanto perseguimos juntos. En aquellos instantes no tenía capacidad, no podía procesar lo acontecido, sólo podía acariciaba su lomo mientras repetía interiormente su nombre. Su recorrido vital había sido truncado de forma violenta y muy prematura.
Sus ojos ya no tenían ese brillo cómplice que en más de una ocasión me sorprendió al reflejar un grado de entendimiento pleno, una conexión inigualable, muy difícil de expresar con meras palabras. Eras unos ojos vacuos, inertes, fríos.
Haciendo de tripas corazón le di mi último y lastimero adiós en el monte dónde merecía estar para siempre, dónde era uno más cuando fijaba su morro al suelo y ya no era capaz de atender a otra cosa más que a su instinto de rastreador consumado, a su afición por la caza sin límite.
Cuando cavaba su fosa, donde se fundiría para siempre con la tierra a la que pertenecía, una secuencia de imágenes se iba haciendo visible ante mis atónitos ojos, lo vi mordiendo sin denuedo a aquél buen guarro roto de columna por la saeta alojada en su cuerpo, que pese a ello lanzaba mortíferos jetazos que él sorteaba con valentía. Lo vi atravesando delante mío aquel túnel de espesas zarzas que nos llevó, a mí reptando, y a él sin dificultad, a cobrar aquel gran guarro alojado en el corazón de lo más intrincado del río al que él me llevó sin pensarlo un instante, aunque yo le hubiese apartado en dos ocasiones del rastro creyendo que erraba. Inutilidad la mía, certeza la suya. Lo vi mordiendo corzos, perdices…
Su seguridad abrumadora terminó por hacerme comprender que él sabía más que yo, que yo era un mero discípulo y el maestro. Y cuantas imágenes más…. Su ladrido a muerto era el feliz colofón a una trabajo compartido entre ambos. Yo le pedía mucho, el no reclamaba más premio que unas cuantas caricias de mi recia mano. Le bastaba.
El había aprendido rápido cuál era su misión en el campo. Sentir el sonido del collar con los cascabeles y ver en sus ojos el ansia por comenzar era todo uno. Entonces, se acercaba alegre y sumiso y me dejaba cambiarle limpiamente el de “bonito” por el de la brega. Le cogía su cabeza entre las manos le miraba y sabía ya cuál era su parte. Los dos nacimos para esto y nuestro binomio no admitía fisuras. Su fidelidad era sencillamente abrumadora.
Dormido como estaba para siempre me despedí de él. Adiós a un magnífico perro de caza, adiós a un noble animal muy querido por toda la familia, adiós a Günther, mi fiel y leal teckel compañero de batallas.
Los perros de caza tienen, al menos para mí, un plus respecto de otros. No son meros animales de compañía a los que uno da de comer, acaricia, juega y alcanza con ellos una enorme complicidad. Además, son grandes compañeros de trabajo, son una extensión nuestra en la práctica venatoria, pues les transmitimos lo que sabemos, y ellos siempre acaban por darnos el ciento por uno e invirtiendo esta tendencia. Ellos terminan por ser los maestros y nosotros los aprendices. Son nuestros compañeros aliados en la búsqueda y cobro de las salvajes piezas que perseguimos. Sin ellos…somos la mitad en el monte. Levanto mi copa y brindo por todos los leales perros de caza que nos acompañan y asisten en el ejercicio de la caza.
Aún hoy echo la vista atrás y añoro su presencia, me duele su ausencia. Me sorprendo todavía al oír algún ruido en casa pues creo verle acercándose a mi lado con aquella mirada interrogante que tanto me interpelaba, buscando el abrazo compartido. Su recuerdo permanecerá imborrable en lo más profundo de mis memorias.
Cuando todo acabe… espero encontrarlo allá arriba.
Hasta pronto hermano, te has ido demasiado pronto…y me has dejado en esta soledad impuesta.
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