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-Ese malnacío se la lía a usté a la sombra de un huevo…- Decía Sandalio, palillo en boca, con la gorrilla ladeada, dejando asomar una copiosa mata de pelo cárdeno, que hasta las patillas afiladas le tapaban.

Y es que Sandalio es el caballicero de Don Guzmán, apuesto jinete extremeño. Y a las cuadras de “El Hatillo” ha venido a caer un ejemplar que, según el criado, tenía la misma belleza que maldad.

Don Guzmán no quiere tomar muy en serio a su viejo amigo y empleado. Sandalio anda ya cobarde a la hora de apartar vacas. Y hasta ha dejado de coger a “Roncero”, el cruzado brioso muy sobrado de nervio, ideal para apartar el bravo. Ahora se limita a cabalgar sobre “Zagala”, una yegua mansa como una porra. Se nota que Sandalio usa a los sobrinos del jefe como ayudantes, se muestra quisquilloso para aleccionarles y, ahora que nadie me oye, los utiliza en su pro para restarle esfuerzo y cansancio.

-Diga usté lo que se le antoje, pero ese cabrón mira más de lao que un tuerto. Y nadien me quita que a la entrá o a la huía le pone los tocinos en tierra a alguno. Se me erizan los pelos… Y ya sabe usté lo sentío que soy yo pa esos barruntos…

Don Guzmán, cuanto peor información recibe del jaco, más le gusta. Y es que el nombre lo trajo puesto, tras pasar por treinta manos, y “Asesino” tiene una fortaleza y belleza que el señorito ha descifrado como inigualable para el acoso y derribo. El caballo tiene carácter. Eso es bueno. Y mala leche, ese es mejor. Y tiene inteligencia. Fantástico. Todo ello, conducido por buena vereda, le llevará al éxito. Seguro.

Don Guzmán se ha propuesto montarlo todos los días, a diario vaya. Aparta ovejas, cierra porteras, separa manso y bravo… El caballo es una gloria bendita. Y cuanto mejor lo hace menos le gusta a Sandalio.

¡Ese se la lía a usté debajo un corchuelo! Que mira terciao, como los quebraos de ojos… (los bizcos, para que entiendan)

Llega el concurso de acoso y derribo. Don Guzmán, embutido en un traje corto que no deja lugar a la imaginación, se ha propuesto engalanar el campeonato con su triunfo y ayudado por “Asesino”, conocido por todos los presentes por ser rescatado camino del matadero. Desde temprano, todos los asistentes se saludaron, y algún que otro jinete se dirigió a Sandalio preguntándole por el penco de su señorito, por su suerte y su opinión:

-Eze es más cabrón que un perro chico sin capar. Eze mal nacío, mire usté, se la arma a uno escondío tras un chinato.

Don Guzmán se ríe de la escena. Le gusta que el mundo le diga que está equivocado. Sabe de sobra que el caballo esconde mal fondo, demasiada inteligencia para cuatro herraduras, pero contra la adversidad, trapío. Y al menos iba a derribar su cupo con Sandalio de amparador. Digan las amistades lo que quiera…

Ha sido una jornada buena. El lote de la collera de “El Hatillo” ha igualado en puntos con otra pareja. Desenlace. El público se agolpa. Copas de por medio. “Asesino” está haciendo un concurso de nota pero a Sandalio no se la da el cruzado alazano. El empate se está resolviendo a favor de la collera de “La Patuda”, de la zona del norte de Cáceres, que ha dado las cuatro echadas a su novilla. Ahora le toca a Don Guzmán, y al palillo perenne de Sandalio, pegado a su gorrilla gastada y embutido en un traje corto que no deja en olvido su estampa tendente a los luminosos de carretera y al aguardiente…

Va la collera tras la presa. A la izquierda el criado. A la derecha el jinete principal. Va muy ligera de pies. Sandalio sacude palos a la res para que corra franca. Don Guzmán lleva a “Asesino” en la mano, lo lleva bien. Entran en el cuadrilátero donde la echada está permitida… Sin saber cómo, el caballo del señorito se descompone, comienza a pegar botes y a mansear como un demonio. Sandalio le impera a su compañero:

-Arréele usté a ese hijoputa…!!!

Don Guzmán no está para violines, y mucho menos un baile de musas, el jinete es jinete porque castiga o premia sin dilación. Mete espuelas, pega un extremo de la garrocha al cuerpo y, haciendo un abanico coge recorrido para endiñarle en toda la cabeza al caballo. Suelta el garrochazo…

Vaya si es cabrón el caballo… Porque al ver por el rabillo del ojo la que se le venía, agachó la cabeza como un jabalín rompiendo monte, y el palo le pasó ronzándole la oreja derecha primero e izquierda después, y con tal fuerza iba el estacazo, que el autor no pudo frenarlo más que con los dientes de su amigo Sandalio, que como un saco de tierra cayó al suelo mellado y mentando a toda la corte celestial…

Desmontó Don Guzmán despavorido y arrepentido por el accidente. Cogió a su amigo y empleado Sandalio. Éste, con los pelos revueltos de polvo, le suelta escupiendo gargajos de sangre:

¿¡Se convence usté ahora de lo cabrón que es el animalico!?

 

M.J. “Polvorilla”

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