Matar a la bruja
LXC | Locos por la Caza. By JOAQUÍN DE LAPATZA.
LXC | Locos por la Caza. By Dorao
Matar a la bruja.
La montería en abierto es habitualmente desigual, hay puestos que cumplen expectativas por las querencias, otros que cumplen a la inversa por ser lugares evitados por los animales y sorpresas para bien y para mal. En ocasiones, todo cazador pasa por una racha en la que en laza varias jornadas monteras en las que no tiene la suerte de ver caza, no hablemos ya de tirar.
Pues este era mi caso, y como dice mi padre, este fin de semana “maté a la bruja” y mi (poca) suerte cambio para muy bien. El sábado de la mano de una orgánica muy consolidada, Caza Salvaje, en Zamora y el domingo con una orgánica de amigos en Guadalajara.
La montería del sábado la recordaré durante años: un día fresco pero despejado, un puesto en un cortafuegos partiendo un mar de jaras altas en dos mitades, un puesto centrado en la traviesa, escondido bajo una chaparra con claros signos de jabalí por todos los lados.
En esta ocasión y con este cazadero, probaba un punto rojo de Sig Sauer: el Romeo 4H sobre mi Merkel Helix en 30.06 cargado con unas Hornady SST de 180 grains. A diferencia de otras orgánicas, Caza Salvaje se esfuerza por una caza pura aun en detrimento de tener alfombras “escasas”. Con este fin, no emplean perros de agarre, solo de rastro en sus rehalas. Esto implica que las ladras son algo mas tímidas pero constantes. Los perros laten durante largos minutos mientras siguen el rastro. A su vez, las reses no corren despavoridas a pocos metros de los perros, las reses se mueven sigilosas a decenas o incluso un centenar de metros. En el caso de mi postura, contaba con el oído como un factor a mi favor. A la hora de colocarnos comencé a oír estruendo de jaras acercándose a mi postura. Consciente que este sábado no se podía tirar cérvido, aguardaba la inminente llegada de lo que no podía ser otra cosa que uno o más cérvidos a cruzar el cortadero. Efectivamente, uno, dos… hasta seis venados atravesaron los 10 metros que partían la mancha en dos mitades. Solo el tercero, un estupendo “pavo” zamorano de unas 14 puntas de gran calibre se giró y me vio, dando un salto hacia la seguridad de la jara.
Poco después fue una corza en saltar el cortadero y minutos después un venado de buen porte paso a escasos 8 metros de mi puesto. Entrada ya la mañana y oyendo el incesable goteo de ladridos, observe por el rabillo del ojo, entre la hierba alta y seca del cortadero el lomo de un buen guarro al trote. Aunque soy bastante rápido en el encare, llegué tarde y no pude tirar. Maldiciendo por mi lentitud, pasé los siguientes minutos encarando y desencarandome para ser lo más rápido posible.
Tengo que reconocer la idoneidad del punto rojo de Sig Sauer. Lo que inicialmente me pareció una pega (que va colocado alto por la montura desmontable), se convirtió en un aliado perfecto para un puesto así. Había colocado una carrilera desmontable que me ayudaba a tener la cara “fuera” y así poder encarar de manera mas natural. Varias corzas después, de nuevo rugido en las jaras, esta vez una cierva con su cría que vienen por mi borde del cortafuegos a gran velocidad. Al llegar a mi postura, recogida bajo un chaparro, su susto fue monumental, parecido al mío al verme casi atropellado por esta cierva de gran tamaño…
Pasan unos minutos mas cuando sin previo aviso, atisbo el lomo de otro jabalí de buen porte trotando silenciosamente por el mismo paso que el anterior. Todo montero observa los pasos, y donde ha pasado uno, de pasar alguno, volverá a tomar la misma senda. Al haber perdido el anterior duelo, estaba en máxima alerta y esta vez si pude encarar a gran velocidad y solar los 180 grains justo en el borde, ya en la jara. Gran ruido de las jaras… Mi primer pensamiento, tiro imposible, pero puede ser que o le haya rozado y se haya caído o bien que con el sobresalto del disparo ha acelerado la huida sin pensar en sutilezas…
Pasan los minutos, largos, eternos, deseando poder acercarme para ver si encuentro un rastro. Finalmente, acabada la montería mi vecino de, puesto de arriba baja a mi postura y me confirma que, en su opinión, el disparo ha sido certero. Acompañados de su teckel, nos metemos en la impenetrable jara. Inicialmente no hay nada de sangre y si encontramos evidencia del paso atropellado… me temo lo peor… A los 15 metros, comenzamos a ver alguna gota de sangre, ¡va pegado! La alegría empuja cada uno de mis lentos pasos. Se nos une el hermano de mi vecino de postura. La verdad es que no sé quién seguía mejor el rastro: ¡el teckel, o los dos hermanos! ¡Qué bravura y que persistencia! Cubrimos varios centenares de metros en una jara que no se puede definir como otra cosa que impenetrable. Al llegar al otro cortadero, los perreros que ya estaban cargado el furgón nos confirman que se trata de un guarro de buen porte que ya ha sido bajado al pueblo. Un puesto para recordar muchos años.
El domingo amaneció nuboso, oscuro y ventoso. Llegados al puesto, me toca en suerte un cierre en una pista, bastante abierto, pero casi en el fondo de un valle. Veo de nuevo evidencias de presencia de jabalí. EL puesto es bastante abierto, pero el tiradero tendrá una distancia máxima de unos 50 metros, zona de pinar en un lado y zona de jara en el otro. Cargo la misma munición sobre el mismo equipo de caza. El primer sobresalto me lo da una corza que vuela sobre la pista en la que estoy colocado. Mucho viento… malo porque refresca mucho y porque anula el poder oír cualquier animal acercarse. A media mañana, las nubes abren una pequeña ventana y dejan pasar el sol a través de las ramas de los árboles. Visto que tengo silencio, opto por sentarme mientras oteo la zona de retorno de los perros de izquierda a derecha. Al volver la cabeza a mi derecha, a escasos 15 metros, veo a media ladera a una corza adulta, parada, con su mirada fija en mí. Me quedo muy quieto y la observo, disfrutando de su quietud y de la cercanía. Pasan unos largos segundos en los que ninguno de los dos movemos un músculo. Siento que se me ha dibujado una sonrisa de oreja a oreja mientras disfruto de su visita. Finalmente, decido susurrarle un “¡Hola! ¡Cruza tranquila!” … arquea las patas para emprender la huida, pero no rompe a la carrera, se queda quieta, preparada y me mira aun con mas atención. De nuevo, le digo: “vamos! cruza”, de un salto se pone en el camino y de otro salto esta ya en la ladera opuesta para volver a detenerse y girarse para mirarme. Esta vez casi no se detiene y de dos saltos la pierdo de vista. Preciosa.
De manera inesperada, rompe el silencio un disparo cercano a mi derecha. Del sobresalto estoy de pie con el rifle semiencarado. Observo la zona alta frente a mi y atisbo entre las ramas bajas de los pinos un jabalí de mediano tamaño. Me encaro rápidamente sin cerrar los ojos y es ahí cuando el punto rojo de sig sauer y su colocación sobre el rifle me resultan óptimos, ¡sin mucho esfuerzo tengo el punto rojo sobre el jabalí que ya camina hacia la izquierda, disparo! Pierde las patas traseras, pero no ha sido letal, sin duda disparo trasero, recargo el hélix de un rápido movimiento sin perder el jabalí del punto rojo, ¡disparo! Esta vez cae desplomado por la ladera hasta casi la base de la pista.
El resto de la mañana transcurre con tranquilidad, sin mas visitas que la de los perros y alguna corza suelta. Es en esas dos horas en las que reflexiono (entro otras cosas) sobre los puntos rojos: aunque nunca he sido un gran aficionado de estos, he de reconocer que, para disparos rápidos en tiraderos cortos y medios, es difícil encontrar un elemento de puntería más rápido de encarar. Tengo un aimpoint micro H2 y aunque el concepto es el mismo, encuentro algo más cómodo el sig sauer principalmente por la colocación mas elevada y por el tacto que me resulta más ergonómico (cuestión de gustos). En cuanto a precios, parece que sig es bastante más barato que el aimpoint, unos 200 euros y viene con dos bases, fija (más baja) y desmontable.
y el modelo en cuestión es?