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Sucede bastante a menudo y es una de las lacras de la montería, es la mala práctica de cortar la caza.  No es exclusiva de la montería ya que también encontramos esta acción en caza menor en puesto.

La caza no es de nadie hasta que no hay cazadores ocupando los puestos y la jornada de caza está en marcha.  Una vez arranca la acción de caza, la buena práctica establece que debemos dejar cumplir la pieza, es decir, dejarla desplazarse hasta la zona de disparo óptima, que se define por aquel lugar donde el disparo es seguro y el animal nos permitirá el mejor disparo y mas certero que seamos capaces de realizar.  Dejar cumplir la caza define la actitud y la aptitud del cazador, ya que unos por precipitados, otros por “ansias”, disparan según ven asomar la presa y esto implica disparos en ocasiones peligrosos y en otras ocasiones, disparos difíciles o imposibles.

Nunca he disfrutado tanto como compartiendo armada con monteros de solera en la que desde mi postura veía su cazadero y los veía aguantar estáticos a que la res se acercarse.  Ver como las presas en ocasiones continuaban su ruta hasta culminar en un lance definitivo y en otras ocasiones ver como la res se giraba y terminaba dando la oportunidad a otra postura, sin que el primer montero tirotease la res para evitar que se le fuese.

La realidad es que una vez colocados, la caza es de cada uno y éste decide a qué dispara y a qué no.  La gran frustración es cuando un vecino de postura, decide que su cazadero puede incluir el de tu postura y mientras tu esperas y dejas cumplir, es la otra postura la que se aventura a disparar para evitar perder el lance.

De hecho, el mismo año pasado en una montería en Ávila, estuve observando un estupendo guarro que inicialmente subía una ladera frente a nuestra armada a gran distancia (unos 500 metros), para terminar dándose la vuelta y bajar raudo hacia nuestra armada.  De hecho, en cierto punto, decidí soltar los prismáticos y encarar el rifle, siguiendo al macareno y esperando para ver si terminaba entrándome a mi.  Pasaban los segundos y en su frenética carrera se dirigía a mi postura, o a la de mi vecino a la izquierda o al de la derecha…  Todo apuntaba a que finalmente saldría del sucio en el que se estaba metiendo frente a mi postura, permitiéndome un lance probablemente de frente a unos 100 metros.  Pero cual fue mi ingrata sorpresa, al escuchar al vecino comenzar un tiroteo cuando el marrano aun estaba corriendo en nuestra dirección, pero a mas de 200 metros… obviamente falló las 4 veces que disparó y el guarro termino girándose y rompiendo por una postura al final de nuestra armada…

Nada da mas rabia que aguantar y dejar cumplir una presa para que otro se precipite por nosotros.  Y la verdad es que aunque después se lo digamos al “cortador”, a este le suele dar igual y esgrime casi siempre las mismas razones: desde no sabia donde estabas colocado al pensé que no la veías, pasando por el, estaba entrándome a mi, cuando en algún caso, aun era imposible de saber…

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