Galopa, corre como el viento, contra los elementos, contra piedras, ramas y badenes, contra gavias y zarzales, contra regatos, resbalones, astillas, chinatos, pizarras y boquetes… Corre como si no hubiera un mañana, como si el mundo estallara esta tarde. Galopa con todo tu corazón, sortea las barreras, fija la mirada en tu objetivo… y no mansees. Si haces caso te enseñaré lo que es la Gloria, verás el cielo aunque una tormenta te ciegue. Y -lo más importante- harás retroceder a otros para cederte el paso, por voraz, por bravío y por tener la mente amplia y ligera como el más loco de los locos…
Les vimos lejos, amigo, muy lejos… Pero tu instinto de caza, tu pasión aprendida en aquellos arrabales de pedrizas, alcornoques y hielos, te hicieron cortar la querencia de la collera. Tu madurez te hizo dosificar fuerzas, tu experiencia elegir el grande… tu corazón, volar rasero por aquella alfombra de muerte, siguiendo y sufriendo la trocha que lleva a la cumbre hermosa del objetivo cumplido.
Ahí se lo dejo, señores, un venado bravío, en plena carrera, en terreno inhóspito, desagradable, majadeado por demonios. Y al otro lado un caballo tremendo, rompedor de todos los moldes, batallador de todas las batallas… Ganador de todas las apuestas… luchador e intrépido como el más avezado explorador…
En el día de Nuestro Señor 24 de enero de 2015, un caballo hispano árabe, de 15 años de edad de 1,70 a la cruz, de capa alazana, dosalbo, alucerado con el hierro de la ganadería de El Jabero, de Don Joaquín Albarrán, dio alcance, cortó carrera y puso en suerte a un lancero de nombre anónimo vistiendo la vieja montura de Lucas de tipo potrera y luciendo el galardón de formar parte del Cub de Lanceo Español.
El caballo se llama “Asesino” nombre adquirido por aniquilar todo lo que envilece al hombre, y ha hecho una hazaña tan grande que dudo mucho que se pueda repetir en terrenos como este…
En la chapa del ciervo rezará una frase que encabezará el más humilde de los guadarneses:
El Zumajo
24 enero 2015
Muerto a caballo y lanza
“ASESINO”
Cuando llegamos al ciervo, el caballo sudoroso se acercó, bufó, le arrancó un manojo de pelos y relinchó con coraje. Parecía que quería decirme:
-Lo imposible es el fantasma de los tímidos y el cobijo de los cobardes…
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