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Una mañana fría de finales de enero, el campo cruje con nuestras pisadas, casi suena a cristales rotos, el vaho es denso y hay un resplandecer extraño entre el blanco del rocío congelado y una leve y vaporosa bruma a media altura que acaricia las jaras.

Unos minutos colocado en el puesto y el frio empieza a penetrar las fibras de mi viejo pantalón de pana.  El sol no asomará por mi postura hasta el medio día… aunque confío en que las ladras y carreras me calienten la sangre…

 

Hay muchas cosas que no hago cuando estoy solo en el puesto… Por ejemplo: nunca me siento en el banco, no suelo comer o hacer lumbre.  Esto cambia cuando tengo compañía, sobre todo si se trata de una de mis hijas o mi mujer.  Hay fríos, vientos y lluvias que un montero aguanta sin rechistar, aunque al día siguiente se levante con fiebre.  Pero cuando el que me acompaña no está acostumbrado a esos “dulces” sufrimientos, suelo ser indulgente y tratar de hacer la experiencia lo mas cómoda y agradable posible, dentro de las limitaciones que nos dicta la seguridad y el ejercicio que estamos haciendo, cazar.

 

Una de estas acciones, y muy debatida, es la de hacer una lumbre para combatir el frio.  Por lógica, lo suyo es que el humo alerte a los animales de nuestra presencia, además de distraernos mientras alcanzamos algo de leña y ramas en el propio puesto (en ningún caso se puede uno mover del mismo para alejarse unos metros para coger algún tronco o rama seca) o mientras lo encendemos.  De pequeño aprendí de mi padre a hacer un fuego en el monte aunque este lloviendo, sabiendo qué ramas y plantas son las idóneas para arrancar ese fuego.  Aprendí que las raíces suelen estar secas o que las ramas muy húmedas, una vez pelada la corteza, arden mejor que tratar de hacerlas arder cuando están empapadas.  Otro truco es la de escarbar un agujero en el suelo para que el fuego se mantenga a salvo del viento si es considerable y hacer mas fácil el apagarlo completamente antes de abandonar el puesto.

 

A mi me gusta mucho escuchar a los mas veteranos, a aquellos que han aprendido de otros y de innumerables jornadas de caza.  Y no son uno ni dos los que afirman que una buena lumbre, esconde el olor humano.  Ese que si hace darse la vuelta a un marrano que viene a trote cochinero huyendo de los perros aun en la lejanía…. Pues son varios los que afirman que hacen esa lumbre de manera recurrente y que nunca les ha afectado en el transcurso de las distintas monterías y puestos a los que han acudido.

 

Yo confieso que las veces que he hecho una lumbre, nunca me ha entrado nada tirable (alguna cierva perseguida por los perros, o alguna corza, nada de guarros o venados adultos). 

 

Y vosotros, ¿qué experiencia tenéis?

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