Tiempo de lectura: 4 minutos

El ansia, cuanto mal hace el ansia… Aunque en caza menor se da también, debido al mayor numero de lances posibles, se “perdona” más, pero cuando se trata de caza mayor donde, en función de la zona, puede ser la diferencia entre un lance y no tener lance, cabrea mucho y con razón.

Este sábado cazaba en Cepeda la Mora, provincia de Ávila. Se trataba de una montería llana, sin florituras y con unas expectativas de matar 15 o 20 guarros abulenses entre 30 posturas.  La mañana era fresca y algo ventosa, pero con un cielo azul y un sol que se agradecía.  La mancha cubría desde la cuerda de una sierra escarpada, cubierta de matojo bajo y poco escondite, pasando por el hondo y abarrancado cauce de un riachuelo hasta mi armada que hacía las veces de sopié.  Mi zona era más abierta, pero alternaba matojos densos con zonas abiertas de hierba.

Peñas en Avila

El buen trabajo de los orgánicos había situado mi puesto en la cima de unas piedras que servían de torreta natural y me aportaban una gran visibilidad por encima de los compactos arbustos.  A mi izquierda el 2 de mi armada, situado a unos 200 metros y a mi derecha, el primero de otra armada, situado a unos 225 metros.  Distancias cómodas y seguras.

Oí arrancar la montería con la salida de las rehalas, que, aunque poco ruidosas, fueron cubriendo el terreno concienzudamente.  La superficie a cubrir era amplia y la montería se hacia lenta.  Tardaron en atronar los primeros disparos, casi todos aislados, salvo una pequeña ráfaga de 3 seguidos. 

Al rato comienzo a sentir el trotar de algún animal con peso acercándose a mi postura por mi espalda… sabía que no había reses… sorpresa de gran belleza al ver a 4 preciosos caballos correr el sobre el viso desde mi postura.  Preciosa estampa.  Poco después, por el rabillo del ojo, esa capacidad que ayuda enormemente a los monteros, veo movimiento casi detrás mío, ¡un Toro!  Se me queda mirando fijamente…. Pasa el rato y allí sigue.  El no me estorba en absoluto, pero parece que yo si le tengo sorprendido…  Veremos si esto no acaba en corrida de toros improvisada pensé para mis adentros.

Pasa la rehala y con el pasar de los perros, se llevan una parte mi sempiterno optimismo… Pero atisbo a lo lejos que algo se ha movido y sube ladera arriba, “zorreando”.  Prismáticos en mano, veo que se trata de un gran guarro.  Quizás se pare, quizás llegue a la cuerda para que algún montero pueda tener su lance.  Se para… los perreros están lejos y no puedo avisar.  Cosas de la caza…

Pero volviendo los perros, uno de ellos coge rastro y comienza a subir la escarpada ladera tras el “aroma” del guarro.  Tengo muy medida la zona con el medidor de distancia y veo que la base de la ladera, donde comienza el barranco de arroyo son 420 metros desde mi postura.  La primera zona visible y tirable la tengo a casi 200 metros… tiro largo… 

El can se para y comienza a latir…  A los pocos segundos veo una riada de perros subiendo la ladera respondiendo a la llamada de su improvisado capitán.  Y tras ellos, el rehalero que corre como alma que lleva el diablo… cuesta arriba!  Salta el guarro de su escondite y comienza una frenética carrera faldeando la ladera.  Cuanto mas lo observo, mas grande lo veo.  Tremendo animal.  De pronto el guarro vira y enfoca su carrera hacia mi postura.  El medidor del prismático me indica 540 metros y acercándose….  Cuando esta llegando al barranco, cojo el rifle y comiendo a seguirlo con el visor…  Que maravilla de animal.  Los perros le siguen casi a 100 metros.  Está llegando al barranco… cuando suena una detonación de mi vecino de la izquierda… 430 metros, segundo disparo… el animal desaparece en el barranco… sale de nuevo, 210 metros… hay que dejarlo cumplir.  Viene de frente a mi.  Mi vecino le suelta dos plomos de nuevo, y el cochino se vira hacia el abrigo del barrando de nuevo.  Lo veo muy largo para mi 308 y además corre como si le fuera la vida en ello (y le va).  Adelanto el tiro 2 metros aproximadamente y le disparo dos disparos en rápida secuencia.  Los dos traseros sin impactar al animal, aunque hace un gesto, seguramente provocado por el difícil terreno.  Lo pierdo en el barranco.  Poco después se oye un grito del rehalero, “te va a salir por tu izquierda, pero no me jodas y me mates un perro o a mí”.  Perros y rehalero acaban de llegar al otro lado del barranco y es un disparo que puede ser arriesgado. 

Finalmente lo abate de un fenomenal disparo el puesto 5, a unos 600 metros de mi postura.

Acabada la montería, el del dos se me acerca, ¡vaya guarro que has fallado! Es lo primero que me espeta.  ¿A lo que respondo, eras el del 2?  Me contesta afirmativamente y le digo, ¿sabes a que distancia le has disparado?  Me responde, ¿150?  Y le sorprendo con sus 420 metros… me dice imposible.  Le señalo los Geovid y le digo que los alemanes de Leica no se suelen equivocar…

No parece mala gente, pero le pregunto que, porque no lo ha dejado cumplir, y me responde que se iba a ir… total que podía haberme entrado de frente a mí, a él o al otro puesto de un tiro mas sencillo.  Pero claro, se iba a ir…   Pues eso, se llama cortar la caza.  Hay que dejar cumplir y a quien le toque en suerte le ha tocado, y si tira, o si no tira, si falla o si acierta, es cosa del montero.

¡Coño!

Share This