Cabras montesas con sabor andaluz
LXC | Locos por la Caza. By COUPLE HUNT.
LXC | Locos por la Caza.
Cabras montesas con sabor andaluz
Nada más arrancar el coche, recibo una llamada en la que me dicen que mucho nos tiene que gustar la caza para irnos tan lejos…
Y trato de explicar que no, que no es solo la caza lo que nos gusta. Voy ilusionada, como siempre, por la experiencia que nos espera, por pisar la montaña y disfrutar del rececho que Raúl me ha regalado por mi cumpleaños, pero voy más emocionada si cabe porque voy a conocer a grandes personas, de esas que se convierten en familia, amigos de los que escucho hablar en casa y aún no tengo el placer de conocer, hablo de Antonio Castán, Antonio Gallardo y sus familias.
Y eso trato de explicar por teléfono, que no se trata de abatir un animal y se acabó, que se trata de vivir, de no tener pereza y arrancar el coche, de hacer cortas las distancias, de sentir como el estómago lleva días encogido, la mente en otro lugar, las manos sin parar preparando mochilas, recibiendo mensajes que anuncian que los documentos están listos para la acción, que nos espera una gran cena…
Explico que son ganas de juntarse, de conocer sitios nuevos, de abrazarse al fin y por qué no, ¡muchas ganas de hacer tronar el rifle!
Llegamos viernes por la tarde y suceden los ansiados encuentros, presentaciones precedidas de café, risas, cena, unas inmensas ganas de hablar y compartir los nervios de la experiencia que nos espera, ideas y puntos de vista sobre la caza, la juventud que pisa fuerte y la gran labor que realizan al respecto, y así, entre charla, carne de caza preparada con mucho amor y vino de la cosecha familiar, llega la hora de ir a descansar, o al menos, de intentarlo…
Amanecemos el sábado con mucho aire, lo que nos hace pensar a los 4 que quizá se tuerza la jornada, no obstante, seguimos entusiasmados el camino hacia nuestro encuentro con Miguel, el guarda que nos acompañará durante la mañana, un señor de los pies a la cabeza, un hombre de campo y batallas y quien no dejará de enseñarnos de monte y hacernos sentir parte de su familia a lo largo del día.
El camino hacia el coto pasa entre mar y montañas, entre barrancos y pueblos blancos bañados por los rayos del sol, cada vez la emoción es más grande, la sonrisa se apodera de nosotros, si es que, en algún momento desde nuestra llegada, nos hubiera abandonado.
Llegamos al punto de partida, donde comenzará nuestro rececho, y para nuestra sorpresa, el aire ha desaparecido y el sol brilla con muchas ganas.
Tras varias horas sin éxito de incesante caminata entre laderas, zonas de agua y barrancos, de búsqueda de las cabras que, según Miguel, deberían estar por esa zona, decidimos hacer un descanso para tomar algo y reponer fuerzas, pues el sol y el duro terreno han tomado protagonismo dificultando la vuelta, haciendo que estemos bastante cansados. Te das cuenta de que la caza es auténtica cuando es incierta, cuando los animales en libertad plena deciden cambiar sus costumbres.
Comemos algo y nos refrescamos, reímos con los chascarrillos de Miguel, de fondo el móvil de Antonio Gallardo con música de Miguel de Tena, creo que todos estamos pensando lo mismo: que se acerca el medio día, y con él la hora en la que el sol calienta más, en la que los animales estarán disfrutando de su merecido descanso, que estamos un poco abatidos de cansancio y frustración, pero que estamos deseando seguir. En ese momento, siento que estoy satisfecha por la jornada, la dura búsqueda y la compañía, y estando sumida en esos pensamientos de que nuestra experiencia cinegética por tierras andaluzas ha concluido, Miguel nos sorprende con un: “Os invito a un café y cambiamos de zona!!!”
Comenzamos entonces la segunda parte de nuestra andadura y nos disponemos a ascender la montaña. El suelo es pedregoso y resbaladizo, lo que no facilita el paso, y más si tenemos en cuenta que llevamos caminando unas 4 horas, pero seguimos avanzando tras los experimentados pasos de Miguel, casi sin respiración, cuando detiene de golpe nuestra marcha y nos hace gestos de que hay un grupo en la ladera de enfrente, a unos 300 metros. Miguel nos pide que avancemos Raúl y yo, agachados para llegar hasta el borde del barranco que nos separa de las cabras y recortar algunos metros.
Muy despacio, con el corazón a punto de explotar, buscamos donde poder tumbarnos para colocar el rifle y colocarme yo, necesito sentirme segura ya que es mi primer lance a tanta distancia, sin trípode, tumbada en el suelo y los nervios ¡empiezan a traicionarme!
Con el mismo sigilo, Miguel llega hasta nosotros y se coloca a mi lado, mientras al otro lado, Raúl me calma, asegurándose de que mi posición es correcta y mi postura cómoda para realizar el lance, con semejantes cuidados no puedo fallar.
Comprobamos que se trata de un grupo de cabras montesas formado por unas 12 hembras y unos 5 machos y están tranquilas.
Localizamos a dos hembras juntas y tras cerciorarse de que una de las hembras es más grande, Miguel me indica su posición y la busco en el visor. Está a 250 metros, sentada, tranquila tomando el sol sobre una piedra, me preparo para efectuar el disparo y de pronto se levanta, parece que se va, incluso que nos ha visto, mira en nuestra dirección, aguanto en la posición y sigo sus movimientos a través del visor, mientras escucho envuelta en un manojo de nervios los susurros experimentados de Miguel y de Raúl, transmitiéndome su saber hacer, su temple, su tranquilidad, y gracias a ellos, cada segundo que pasa estoy más segura, esperando el momento adecuado.
Es entonces cuando el animal vuelve a sentarse, levanta medio cuerpo y me ofrece una oportunidad de disparar limpiamente, Miguel me da el ok, aguanto la respiración y aprieto el gatillo…
No sé si he sido certera, el polvo y los nervios no me dejan ver si cae el animal, Miguel dice que si, y Raúl cree que el tiro ha ido alto, tras unos segundos que para mí son eternos y mientras recargo el rifle por si he de realizar un segundo disparo, Miguel anuncia que ha sido un lance perfecto y que la hembra yace a escasos metros.
El grupo de cabras comienza una pequeña estampida y me quito del sitio rápido, pues es el turno de Antonio Castán, ¡¡¡quien ni siquiera sabe que va a tirar!!! Ignora que sus amigos le han regalado su primer ejemplar de cabra montesa, y piensa que viene tan sólo de acompañante en esta aventura.
Estamos con los nervios a flor de piel, emocionados con el lance que acabo de realizar. Vivimos unos segundos de caos general, yo en estado de shock por la emoción y con el pulso aún tembloroso, Antonio Castán sin creer que ahora el rifle está en sus manos, Antonio Gallardo capturando todo con su cámara y Raúl con Miguel controlando las cabras.
Las cabras han parado de correr a un lado de la montaña y se localiza a la hembra a la que puede abatir Antonio, está también a una gran distancia. Preso de los nervios Antonio apunta y realiza un primer lance que queda demasiado bajo, recarga rápidamente y realiza un segundo disparo, esta vez tan certero, que el animal cae en el sitio sin apenas darse cuenta.
Alegría y emoción nos invaden a todos por igual, las lágrimas se agolpan en los ojos de Antonio al ser consciente de lo que acaba de suceder, y de que ha abatido a una gran hembra.
El grupo de cabras ahora sí emprende la huida hacia nuestra izquierda, barranco abajo, cruzan otro barranco y aparecen en la siguiente montaña. La distancia ahora es considerable, y así sin perder ni un segundo, y todavía saboreando el lance de ambos, llega el turno de Raúl, quién no ha perdido la calma ni ha dejado de mirar con sus prismáticos, viviendo nuestra experiencia con sus nervios mantenidos bajo un control que cada día he de admirar. Miguel le sugiere que intente abatir un ejemplar rezagado del grupo, se hace un silencio que dura poco más de 5 segundos y Raúl efectúa un preciso disparo, el animal cae abatido en el sitio.
Todo ha sucedido tan rápido y a la vez tan despacio…abrazos, besos, emoción, y palabras arrebatadas para cada uno poder expresar lo que ha sentido y vivido…desde luego un momento único e irrepetible para todos.
Llega el momento de ir a cobrar los ejemplares, el terreno es peligroso, el suelo es inestable debido a la piedra suelta y los barrancos vertiginosos.
Miguel avisa del evidente peligro y reclama máxima precaución.
Con gran esfuerzo conseguimos entre todos, llegar hasta cada uno de los animales abatidos.
Estamos muertos de cansancio y pletóricos de felicidad.
Antonio Castán ha transportado su cabra a la espalda sin dejar de sonreír, mientras que a Raúl y a mí, nos faltaba el aliento.
Miguel precinta las cabras y prepara la documentación para su transporte y el posterior aprovechamiento de su carne.
Me siento muy agradecida de haber podido vivir esta experiencia y de poder aprender de cada uno de ellos. La satisfacción y el orgullo recorren mi cuerpo de los pies a la cabeza y aquí sí, termina nuestro rececho en tierras andaluzas.
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