Tiempo de lectura: 8 minutos

Atapuerca

LXC | Locos por la Caza. By Joaquín De Lapatza.

LXC | Locos por la Caza.

Atapuerca

(Escrito por Julián Coca)

Una caza de anteayer la que se practicaba de oído:

Este cuento esta dedicado a los que opinan que solo es caza la que se hace con perro de rastro o la que se hace a rabo es decir apeonando tras las piezas, este cuentista, exagerado y mentiroso opina que cazar son muchísimas más cosas y muy diferentes, la vieja historia de caza, que os voy a contar sucedió hace mucho tiempo, nunca mejor dicho, pues la cosa se puede situar hace poco más o menos unos 800.000 años.

La verdad es que cazar según algunos son muy pocas cosas y según otros, entre los que me encuentro, muchísimas, un león ojea unos impalas a sus hembras meando a favor del viento y ayudando a tan oloroso elemento con un par de toses, caramba con don león resulta que caza con la vejiga y el catarro, mi buen amigo Paco Basarán ha cazado en muchas ocasiones ayudándose con su pequeña radio, la cosa le funciona, y conocí un elemento, más montaraz que una comadreja, que al llegar a un puesto buscaba el aire y los escapes y el más dificilillo lo cubría de inmediato haciendo sus necesidades mayores encima de una buena piedra y dejando un chorro de las menores bien repartido por las zonas donde no dominaba su vista, el hombre usaba unas armas un tanto peculiares pero cazar indudablemente cazaba con ellas.

Una de las historias de caza más especiales que he oído me la contó uno de los premios Príncipe de Asturias de 1997, se llama Emiliano Aguirre y lo hizo en el mismo lugar donde tuvieron lugar los hechos, quizá mientras estábamos sentados en la misma piedra que algunos de los protagonistas, pero esto último es más que dudoso, desde entonces habrá servido de soporte a tantos traseros que la original se debe haber gastado.

Hace unos años Javier Castellano, reunió a un grupo de matrimonios amigos y nos organizó un viaje muy entretenido, fletó un autocar, organizó las paradas para desayunar y comer, divinamente por cierto, y puso al frente de la expedición a Emiliano Aguirre, a quien ayudaba su mujer y el propio Javier, ¿adonde nos llevó?, pues como no podía ser menos, con semejante guía, a Atapuerca, en donde nos permitieron una visita absolutamente privada y tuvimos las explicaciones de todos los científicos que en aquellos momentos se encontraban en la excavación, más las impagables del propio Emiliano, fue una excursión maravillosa y entretenidísima, y como resulta que gran parte del grupo éramos cazadores y los hombres antiguos cazaban y los hombres modernos que los estudiaban sabían como y que cazaban, la cosa terminó hablando de caza, prehistórica pero caza al fin y al cabo, la conversación, en mi caso, se prolongó durante la comida, fue divertidísima, tuve de interlocutores a dos jóvenes científicos que estudiaban, entre otras cosas, las diferentes marcas que en los huesos humanos dejan los dientes de los que se han alimentado de ellos, determinando así los casos que se deben a la antropofagia o a los predadores, especialmente hienas y lobos, de estos últimos había dos razas diferentes, ambas algo más pequeños que los actuales, en el jardín de su casa tenían enterrados dos lobos, de los actuales, para estudiar sus dentaduras y compararlas con las marcas de los huesos, también me pidieron que si conocía en donde se pudieran conseguir algunos huesos que de forma indudable y natural, no les servían de zoológico, hubieran sido roídos por lobos intentara proporcionárselos.

Al finalizar la mañana y tras visitar el museo y las excavaciones, unos cuantos nos dirigimos a la boca del torco, que no es otra cosa que un gran agujero formado en el suelo de forma natural, que comunica con el entramado de túneles que unen las simas, siendo el techo abierto de una de ellas, allí nos sentamos en sendas piedras y Emiliano nos dijo:

Amigos cazadores en este sitio, o en uno como este, empezó a cazar el hombre, sus primeras piezas fueron potrillos, jóvenes terneros de uro y menos frecuentemente cervatos, nuestros antecesores aun no se atrevían a alejarse de sus cuevas ni a separarse, sus armas eran muy débiles y sus enemigos muchos y peligrosos, y por lo tanto no practicaban los ojeos que miles de años después aprendieron a practicar obligando a las piezas a despeñarse, aquí cazaban de oído y competían directamente con el resto de los predadores, quien llegaba el primero a la pieza tenía más posibilidades de aprovecharla.

¿No había jabalís en aquellos tiempos?, entre los restos de los animales que hemos visto en el museo no los había de ellos.

Si que había jabalís y muchos, pero se cazaban pocos, es muy raro encontrar restos de jabalí entre los restos de los alimentos del hombre primitivo, tan solo cuando el hombre empieza su amistad con el perro parece que se empiezan a cazar, son demasiado listos, ni en el momento en que se usaba este torco para cazar ni muchos años después cuando los hombres ojeaban sin perros se cobraban jabalís, si aparecen sin embargo restos abundantes de predadores, hienas y lobos especialmente, pero no por ser piezas de caza, morían a manos del hombre igual que el hombre moría a las suyas, compitiendo por el alimento que caía en los torcos, la humedad que salía del interior de las simas hacía que los bordes del torco tuvieran el pasto más verde y jugoso, los herbívoros jóvenes, inexpertos y osados, se arriesgaban tras la golosina se metían donde no debían y en muchas ocasiones se despeñaban en el interior, también, obligados por el hambre, en épocas de sequía lo hacían los adultos y el resultado era similar.

Cazando de Oído:

Tres jóvenes criaturas bípedas, dos machos Pif y Puf y una hembra Paf, permanecían muy juntos sentados sobre una gran piedra, la atención de la hembra estaba dirigida hacía un punto, oculto tras la vegetación que los ocultaba también a ellos, en donde un grupo de yeguas con sus potros pastaba mientras un inquieto garañón no paraba de dar vueltas en su entorno, los dos machos sentados en sentido contrario al de la hembra vigilaban atentamente el espeso montarral circundante, sabían que allí cerca, haciendo lo mismo que ellos, había lobos y alguna hiena, si se descuidaban o separaban probarían sus colmillos con toda seguridad; Paf estaba tensa, el aire le daba en la cara y ella movía la cabeza hacia ambos lados exigiendo a sus oídos el mayor esfuerzo, al otro lado de la maleza un potranco de año se había aproximado al borde de un gran agujero y alargaba su cuello intentando aprovechar las mejores y mas verdes hierbas, de pronto un relincho desesperado corto el aire, el joven potro había resbalado y con las cuatro patas por alto se desplomaba al fondo del torco, Paf se levantó y corrió hacía un gran árbol seco que dominaba el entorno, Pif y Puf corrieron hacia el borde del torco, y mientras las yeguas huían, con la retaguardia protegida por el garañón, ellos lanzaban piedras hacia un grupo de lobos, que al igual que ellos habían acudido al sonido del ansiado relincho, e intentaban descender por el borde del torco, su intento no era otro que retrasar la bajada de los canidos, Paf desde lo alto del árbol seco emitió un agudo y largo grito.

Ploff, un varón adulto y muy robusto, se levantó de un salto y empuño un enorme desmogue de ciervo convertido en tremendo garrote, Plaff también varón y algo más joven dejo de mirar las nalgas de Fla, la hembra que hacía acopio de guijarros junto con otra hembra más vieja y dos casi niñas claramente preñadas, enarbolando una gran estaca inicio una rápida carrera hacia el interior del laberinto de cuevas seguido por todo el grupo, la hembras acarreaban un buen montón de guijarros cada una, pronto llegaron al lugar en donde el potro con la columna partida aun respiraba con sordo estertor, la estaca acabó con él, las dos hembras más jóvenes usando unas lascas afiladas empezaron a cortar  carne a toda prisa, carne que iban entregando a las dos mayores, previamente cada una de ellas había dejado sus piedras en determinados lugares en los que ya existían otras de ocasiones anteriores, Ploff y Plaff colocados cada uno junto a uno de esos montones de guijarros los lanzaban a toda velocidad y con gran puntería sobre los lobos que descendían desde la boca del torco y sobre un buen grupo de hienas y lobos que corriendo tras los humanos habían seguido su camino hasta el potro, cuando las cuatro hembras cargaron con toda la carne posible ambos varones las protegieron en la retirada repartiendo golpes contra los más osados de los canidos.

Amigos, aún faltaban muchos siglos para que el perro se convirtiera en amigo del hombre, los antecessor cazaban sin perros de rastro pero ya lo creo que cazaban, lo hacían en grupo y en él cada uno tenía su misión, de verdad sería difícil discernir cual era más importante, si fallaba un elemento fallaba todo, y el fallo se traducía en hambre y en ocasiones en la muerte inmediata causada por los colmillos de los canidos competidores, cualquier herida podía ser mortal, también es verdad que humano muerto era humano devorado por su familia y amigos, comérselo era imprescindible, con ello se evitaban enfermedades, el acoso de los predadores para hacer lo propio y especialmente se aportaban unas proteínas muy necesarias para un grupo al que la falta de un miembro ponía en mayor riesgo, los perros de rastro son una modernez en la caza, por supuesto muy posterior al ojeo que fue el siguiente paso a este tipo de caza al oído.

Nuestros antepasados superaban a sus competidores predadores en pocas pero trascendentales cosas, usaban instrumentos, rudimentarios pero instrumentos sumamente útiles y eran capaces de preparar futuras intervenciones, cuando acudían al fondo del torco las hembras acarreaban piedras escogidas e incluso algunas manipuladas para mejorar su filo, a la vuelta solo acarreaban carne, las piedras sobrantes permanecían amontonadas en disposición de ser usadas en el futuro; en aquella época tan remota en la que el polo magnético estaba en el Polo Sur no había perros de rastro, pero los humanos cazaban; opino que hoy también se caza de muchos modos y maneras, sin necesidad de darle la exclusiva a esa modernez que es el perro de rastro.

Amigos partidarios del perro de rastro, a mi me gustaría ser uno de vosotros pero poco lo he practicado aunque cuando lo hice me divirtió y mucho, existen muchas maneras de cazar y casi todas tienen su aquel… la vuestra es una más, aunque tenga menos tradición entre los humanos cazadores, dejar que pasen unos cuantos cientos de miles de años y después si Dios quiere, que no querrá, y el tiempo lo permite, que no lo permitirá, hablaremos; mientras dejamos pasar esos añitos nos podemos entretener cazando… con y sin perro de rastro. Este sujeto polemista, lo mismo ha metido el pie en el avispero, pero … le divertía y sabe que su malévola intención será bien acogida por los adversarios cazadores con perro de rastro.

Reciban ellos y todos los demás un cordial saludo de Julián Coca.

 

 

 

Share This